Sobre el juego de la seducción y la distribución geográfica que nos determina
La seducción es un juego del cual el ser humano empezó a participar tan pronto como descubrió que echar una semilla al suelo hacía que creciera una planta. O quizás empezó tan pronto el humano descubrió el fuego, y se dio cuenta que aunque la carne estuviese podría se la podía comer si la cocinaba. Tal vez empezó, fuera de lo que cualquiera pensaría a priori, en los países nórdicos y fríos, donde el hielo permitía almacenar los alimentos. Lo importante es que el juego de seducción empezó en el momento en que al primer humano le sobró par de minutos de tiempo, minutos que ya lo le tenía que dedicar a buscar comida, comérsela y luego echarse a dormir como los leones.
Cuando el apareamiento humano era más cónsono con el del resto de los animales que ahora llamamos, que desfachatez,‘salvajes’, entonces no había tiempo para juegos. Aparearse era algo que se hacía de camino a otra cosa. Recuerdo un documental en el que hombres prehistóricos ponían (atención con los niños) a una (todavía no era "suya") mujer en cuatro, hacia lo que tenía que hacer, casi de inmediato la mujer se paraba y ambos seguían caminando hasta que un segundo hombre empujaba a la mujer (a veces la misma) al piso, para hacer lo propio. La mujer se levantaba y seguían caminando.
Tan pronto sobró tiempo el hombre decidió que quizás prefería a una mujer sobre otra, o que quizás la misma mujer a la cual había tirado ayer, no le era suficiente. La mujer por otro lado, le sobraba tiempo también como para cuestionarse si habrían otras posiciones menos incómodas. O quizás otro momento del día donde el acto se haría un poco más lento, cuestión de no tener que seguir caminando y trepando cuevas inmediatamente después de haber sido violentada de esa manera. Tal vez lo que le pedía el cuerpo era irse a dar un bañito en el río y no le apetecía seguir caminando para que en cualquier momento viniera el próximo salvaje a tumbarla y hacerla llegar más tarde al mismo venado que todos querían comer. Mi imaginación vuela a la prehistoria y amenaza con desviar éste relato a lugares remotos.
¿Qué la mujer prehistórica que presento era una sometida? No señores (y valga la aclaración, porque ya oigo las voces amenazadoras). Hay una realidad física, algo se mete y hay otra cosa por la cual se mete. Los valores de sometimiento se los adjudicamos después, no se cuando, pero eso podría ser otro post. Sigo con mi teoría de ‘Fuego Cruzado’.
El tiempo abrió la caja de Pandora del juego de seducción. Trazar las raíces y las formas sería infructuoso ya que hay muchos que han hablado de esto. Me limitaré a mencionar un fenómeno boricua del juego de seducción que en los últimos días me ha tenido algo atolondrada. No es todo hombre boricua, hablo de uno muy particular. Este individuo estimula a la mujer a jugar un juego geográfico del cual, lo siento, nadie sale ganando.
Son varias las historias, y pocas las experiencias personales, que apuntan a que el hombre boricua pseudo,o completamente intelectual, acusa a sus mujeres de no ser lo suficientemente francesa o brasileña. El país que escojan dice mucho de él (esto puede ser otro post), si escogen los dos es la incoherencia total.
Entre facsímiles razonables de: “tu eres medio fría”, “te veo cohibida”, “eres conservadora” y “tienes issues con tu cuerpo”, el hombre pseudo intelectual trae a colación a nuestras compañeras en Francia o Brasil, donde según este hombre la mujer es más liberada y disfruta más de su cuerpo, sin tapujos.
Digo que en éste juego pierden los dos. La mujer que cede porque piensa que la Francesa es más sofisticada, o la Brasileña tiene mejor culo, pierde porque una vez le da al hombre o hace lo que el hombre quiere se da cuenta que el hombre no es ni francés ni brasileño… es puertorriqueño. Y aunque tu actúes como brasileña y francesa (whathever that means) ellos siguen siendo los mismo macharranes que nunca han leído a Baudelaire ni han visitado las playas de Río. Es decir, la mujer se queda eñangotá, mientras el hombre ya se fue a buscar el venado que ve a lo lejos y en el camino volverá con sus referencias geográficas a la hora del pit stop.
El hombre pierde. Porque la mujer que cae una vez no cae dos. La próxima vez que le hablen de Francia y Brasil, no pensará en las mujeres de nalgas hermosas en gistros, ni en las chain smokers francesas que (obviamente) hablan francés mientras tienen sexo (las que hablen, eso depende de la fantasía). Para volver a caer tendrá que escuchar nuevas referencias geográficas, o si acaso, irse por algo completamente nuevo. Tal vez un caco clichoso el cual no sabe que es clichoso porque tampoco ha leído Baudelaire, pero más importante aún: no ha leído nada.
En este caso ignorance is bliss, y los cliches son more than welcome.