El Mimbre Despeinado

El sillón tiene algo que te pica. Cuando lo miras es un pelo de mimbre que se niega a volver a su sitio. No es rebeldía, es familia del plástico del sofá. El mimbre despeinado está fuera de lugar.

lunes, abril 16, 2007

Con o sin sortija


"Al sorullo mayor, quien sabe que es importante en la vida".

Ayer traté de trabajar con el mejor empeño pero la resaca que sentía era horrible. El dolor de cabeza comenzó justo cuando puse en la barra la última cerveza vacía de la noche. Mi amigo Juaco cumplía treinta y había que celebrar con mas de ocho cervezas, plena y buena compañía. Pero no estoy aquí para contarles de esa noche, sino de los efectos que tuvieron las cervezas en mi y de la gran enseñanza que recibí durante el día a causa del alcohol y de mi interacción con una pareja de novios.

Caminada desorientada por San Juan en medio de un calor descomunal, con una botella de agua y 20 tylenols en mi sistema tratando de trabajar a pesar de las circunstancias cuando escuché una conversación de dos novios en medio de la acera. Por el contexto de lo que hablaban supe inmediatamente que estaban en la búsqueda de aros matrimoniales (whatever that means). Para los que siguen este tipo de cosas y ya se están visualizando la pareja, les diré que eran de estatura media, estaban tomados de la mano y hablaban bien alto. Ella tenía el pelo recogido en un moño perfecto, falda de mahón corta y camisilla blanca. Él parecía que había salido de Shannon’s la noche anterior (polito “safe” de The Gap, mahones perfectos y zapatos Clarks marrones). Ella parecía un loro de lo mucho que hablaba y él sin mas remedio la escuchaba sin mirarla a los ojos como tratando de no ahogarse en la baba insignificante que salía de su novia. Era el odioso comienzo, diría yo, para una vida juntos destinada al fracaso.

“Mi amor es que la otra es la que más me gusta. Además eso es para toda la vida. Digo, en último remedio me pongo la que tu me compres pero si por mi fuera, que sea esa. El diamante no debe ser “huge” pero imponente. Quiero que las muchachas lo vean.”

Mimbrosos, mi cara era de espanto. Mis oídos no podían creer lo que escuchaban. Estaba intrigada ante los señalamientos de esta individua. Desesperada y buscando una reacción de su jevo, los seguí un bloque mas. Cuando llevaba ya cinco minutos detrás de ellos, y nunca lo escuché hablar, me convencí de que se casarían ante las presiones de todos a su alrededor. Él le compraría la dichosa sortija “huge” y dentro de cuatro años estarían peleando por quien se queda con qué.
Parece un libreto cuyo final ya conocemos. El famoso cuento de la mujer que trata de buscar felicidad ante lo material. Hallar estabilidad y garantizar el éxito de una relación ante lo que se tiene y lo que no se tiene. El hombre, un poco atrapado antes los señalamientos de su compañera, es tan culpable como ella, pues no aprende a verbalizar y a exigirle que reconozca donde están las prioridades.
No puedo dejar de pensar en esto porque vivimos en un mundo donde lo que se tiene te define. Lo que se adquiere determina lo que eres y cómo eres. Para esta chamaca, el anillo era una representación del mucho amor que sentían y por eso tenía que ser “huge”, bien “huge”. Nadie en su vida le ha dicho que esto es uno de esos pocos momentos donde “el tamaño no importa”. Ella enfocada en impresionar a sus amigas, olvidó que pasó todo un día sin escuchar a su pareja. Así que mimbrosos, ¿que es lo mas importante en una relación? Los invito a que hagamos esta reflexión tan profunda como la que Maripili hace en la mañanas cuando escoge que atuendo ponerse ese día.
Y mientras ustedes hacen esto yo de paso voy pensando en que para mi en una relación lo mas importante son los tiempos de calidad. Esos ratitos que te llevan a nadar por horas en la playa de Isabela hasta que la piel se te ponga “de viejita”. Los que te hacen sonreír porque sabes que estas completamente feliz. Con o sin sortija.

jueves, abril 12, 2007

Que lloren

"We cry all week long, they cry once a week!"
Liz, mujer residente de Long Island

“Que lloren, lo que yo quiero es que lloren. Que admitan de sus errores para que así uno los perdone”. Así es que dice Ivy, la caballota. Esto es lo que recita la mujer que por alguna extraña razón se hace llamar “la potra”. “Que los hombres lloren para que uno los perdone”. Déjenme tomar esto por partes y decodificarlo para ustedes.
En primer lugar tengo que admitir que de entrada estoy completamente prejuiciada porque Ivy y yo somos mujeres diferentes. Ella nació en Arroyo, y yo en el Presbi de Santurce. Las uñas de ella son largas y tiene corazones dibujados. Los tatuajes que tiene en su cuerpo no guardan ninguna relación con los que yo tengo en mi cuerpo. Ivy es blanco y yo soy negro. ¿Me siguen?

Y escuchando con detenimiento el primer sencillo de su mas reciente producción no puedo dejar de pensar en el poderoso mensaje que le enviamos a las “potras” del mundo. Un mensaje, que hasta el día de hoy me deja con miles de interrogantes y que me hace dudar de su influencia positiva. Un mensaje que no sé si es del todo correcto. Les hago un llamado de ayuda, mimbrosas. ¿Perdonamos a un hombre si llora? ¿Tendremos que dejarlos sufrir para así garantizarles el divino perdón? ¿Son las lágrimas una garantía de que en efecto nos hemos dado a respetar y que ganamos la batalla? ¿Llorar es efecto de que realmente están arrepentidos de sus actos?

No me canso de recibir llamadas de amigas molestas con individuos por diferentes razones. Unas porque las dejaron, otras porque un individuo les hizo un corte de pastelillo en media avenida; y en algunas de nuestras conversaciones afloran los siguientes señalamientos:
1. “Me faltó el respeto Andrea, y me dio un coraje! auque luego me dio la espalda y me di cuenta que estaba llorando. Fue ahí cuando decidí perdonarlo”.
2. “Amiga, estaba durmiendo y cuando tocó a la puerta de mi cuarto a las dos de la mañana le salieron lágrimas en los ojos. Me desmoroné y le dije que lo quería todavía”.
3. Me prometió que en su regreso a la universidad, todo sería diferente. Me invitó a viajar por Latinoamérica. Todo esto, con lágrimas en los ojos…”

No puedo dejar de pensar en el efecto que tiene las lágrimas de los hombres en las mujeres. Pero he llegado a la conclusión de que ante la presencia de lágrimas en los cachetes masculinos, inmediatamente las féminas se dividen en dos subgrupos poderosos.


El primero: “las Ivy girls” las individuas a quien se les ablanda el corazón tan pronto le comienza el taco en la garganta al hombre. Luego de que los perdonan, justifican una y otra vez el porque lo hicieron rememorando una y otra vez las cosas que tienen en común. Si pelean con ellos, se molestan intensamente y escriben canciones de despecho para luego retractarse.


El segundo grupo: “las Irwin girls”. El nombre surge en honor al cazador australiano de cocodrilos Steve Irwin(may he rest in peace). Estas son las mujeres que ante la lágrimas de un hombre, respiran una y otra vez tratando de no molestarse con ellos. Se sienten un poco culpables y piensan “ahora que este se puso a llorar esas lágrimas de cocodrilo, no le voy a poder seguir peleando como debo, que mierda!”.
No tengo que ofrecer mas detalles mimbrosos. Ustedes muy bien saben a que grupo yo pertenezco, recuerden que en mi casa somos todas mujeres, nos gusta el control total de nuestro kiosko, no tenemos uñas largas y nos encantan los cocodrilos.