Destellos posimperiales: Mecano y el imaginario manchego de la tardomodernidad
Partimos de la premisa de que en toda la historia de la humanidad pocos objetos han sido tan emblemáticos de una época como el sintetizador lo es de la década de los ochenta. La posibilidad de que un teclado eléctrico de apenas tres octavas pudiese albergar en su interior toda una orquesta, e incluso hasta un coro y aplausos, solo pudo haber sido concebida en una década en que todo parecía posible. El sonido del sintetizador se expandiría por todo el mundo y los efectos de este reto que la humanidad lanzaba a las fronteras físicas del tiempo y espacio no tardarían en comenzar a pagarse. Sin embargo, a principios de la década del ochenta todavía todo era diversión.
En España, decir ´sintetizador´ es hablar del grupo Mecano. Mecano fue, sin lugar a duda, el mayor embajador de la música pop de España. Luego de décadas de franquismo, España se volvía a abrir al mundo[1], o al menos a intentarlo, y esta vez quería hacerlo bien. O sea, hacerlo tipo “vámonos todos de fiesta” y no “o creen en mi Dios o se van a coger por el cu…”.
Sin embargo, ¿podría Mecano escapar su ‘pesado pasado’[2] imperial? En este pequeño artículo reseñamos algunos de sus mayores éxitos para argumentar que Mecano no fue capaz de organizar una fiesta totalmente inclusiva. Sus canciones nos presentan una España que la tardomodernidad sorprende inocente y contrariada frente a un mundo que le es brutalmente extraño. Las letras de las canciones, argumenta este ensayo, muestran que, como respuesta a su contrariedad, Mecano recurre a aferrarse a un imaginario manchego idealizado. Pasemos a examinar algunos ejemplos:
Hawaii Bombay[3] (1984) – A cualquiera le queda claro que ni Hawaii ni Bombay son paraísos para sus habitantes. En esta etapa temprana se observa la ingenuidad de turista con la que unos jóvenes Mecanos se enfrentan a un mundo grande que se abre ante ellos. Aun no lo conocen y solo lo pueden imaginar desde la seguridad de sus bañeras en el centro de Madrid. Para esto recurren a una serie de escenas de películas cursis: hacer el amor frente a un abanico, mecerse en una hamaca e incluso, tocar maracas (sí, maracas, porque, aunque ni Bombay ni Hawaii estén en el Caribe, sabemos que desde el 1492 el Caribe ha sido parte de toda fantasía madrileña). De hecho, la imagen de un jovencísimo Nacho Cano--el menos talentoso de los hermanos sin embargo el más carismático-- untándose bloqueador solar dentro de su apartamento madrileño con los ojos cerrados mientras se vive una película dejándose llevar por el aroma a coco, es básicamente el ÚNICO punto de esta canción. ¿Acaso la canción es un viaje inducido por drogas ilegales? Dado que estamos en los 80s, o en cualquier época, esta es una posibilidad que no podemos descartar. Pero, ¿importa? De todas maneras, muy pronto los Mecanos se aprestarán a explorar el mundo de manera más explícita. Esperamos que el resto de los ejemplos ofrezcan un panorama aun más claro de las motivaciones subconscientes del grupo, las cuales hemos abordado a partir del psicoanálisis en ensayos anteriores como el ID Imperialista.
Japón (1984) – Esta parecería ser una canción inocua, una canción que es divertida y ya. Sin embargo, tiene visos apocalípticos no muy diferentes de aquellos que servían de contenido a las pesadillas de los colonizadores en las cuales los habitantes de las Indias no renunciaban a sus costumbres precolombinas. Al principio de la canción apenas entendemos la letra ya que es cantada por una voz robotizada al ritmo del tic-toc de un reloj: “Un dos, un dos/(Sigue el ritmo de la vida)/(Las palancas y los humos)/(Los motores mueven el mundo)/Un dos, un dos./(Sigue el ritmo de la vida)”
Mediante este efecto, la canción nos coloca en un Japón que existe cual distopía de la mecanización. Más adelante, el coro, ya un poco más comprensible en la inconfundible voz de Ana Torroja, describe sus habitantes “No son rubios no son altos son tipo reloj”, es decir, los japoneses (casi) no son persona. Aun más, esa voz también nos advierte que “en un metro hay dos” japoneses y de esa forma Mecano suena la alarma de una poshumanidad inminente. Los Mecanos necesitan espacio, España llama.
El blues del esclavo (1988) – Mediante el uso de la primera persona singular, esta canción es el primer y último intento de Mecano de ponerse en el lugar del "otro". Aunque podemos señalar, no sin reservas, que es una canción exitosa, es imposible dejar de cuestionarse esa primera línea, "el ser negrito/es un color", o sea, que dudamos que un negro empezaría por aclararle al mundo que el ser negro es simplemente un color.
Aunque a primera vista esta canción parece ser una defensa de los derechos laborales y un llamado al sindicalismo, vemos que alberga una visión claramente esencialista de los hombres y las mujeres negras. Básicamente se asume que su estado natural es andar por las estepas africanas corriendo como animales salvajes, que son a su vez, como quien dice, parte de la familia: “Y el que prefiera que se vuelva/ al Senegal/correr desnudos por la selva con la mujer/y el chaval/ir natural/erguiendo cuello y testuz/como hermana avestruz”
Además, queda claro que hay negros simpáticos y otros que no lo son tanto, “Para que no digan que somos unos Zulus/ir cantando este blues” y rebelarse está bien si se hace en el contexto de una fiesta, de forma pacífica con música, performance y eso, lo otro es cosa de animales, o de Zulus.
Reparemos también que en la tardomodernidad los esclavos no son exclusivamente negros. Las multinacionales sobreviven gracias a sus prácticas esclavistas y algunos argumentaríamos que muchos trabajos, aun en el primer mundo, esclavizan a la población. Así las cosas, esta canción obviamente opera bajo la presunción de que hay un consenso acerca de "esclavitud" y por tanto privilegia una forma de esclavitud. "El blues del esclavo" claramente nos remite a la época dorada de colonización cuando el imperio español era el mayor importador de esclavos al nuevo mundo. Es una canción nostálgica, pero aquí el nostálgico no es el esclavo que canta blues, sino el amo.
No hay marcha en Nueva York (1988)- Esta canción es de las más pegajosas, sin embargo, puede ser un poco confusa para los niños o cualquier persona que aun no entienda bien la diferencia entre un español y todos los demás hispanohablantes. Y esa es precisamente toda la diferencia del mundo para los Mecanos.
Para resumir: Nueva York tendría más onda si estuviera en España.
En esencia, no estamos en desacuerdo con esta idea. Entre otras consideraciones, queda estipulado que, comparado con un jamón de bellota, el jamón de York decididamente es una ficha de tranque. Pero, aunque podamos estar de acuerdo con la conclusión, nos interesa detenernos en la ruta que escoge la canción en la cual Nueva York se presenta como un lugar confuso, pero sobre todo confuso para un español que de repente se enfrenta a un mundo donde todo parece estar al revés. Cuando uno es español, Nueva York se siente como una pesadilla surreal de esas que se tienen cuando te indigestas.
En la pesadilla llamada Nueva York, se escucha gente hablando español pero no los puede entender y se identifica el origen del problema comunicativo en los “más de dos millones de hispanos/ que allí no hablan nada en cristiano”. Al enarbolar el cristianismo como paradigma del orden, un eco inquisidor innegable alimenta el destello imperial. A medida que se adentra en la ciudad, el español se enfrenta al prejuicio de ser confundido con esos otros, los no cristianos, cuando no lo dejan entrar en las discos de moda y tampoco le dan ni un vaso con soda. Esto lo atolondra porque nunca lo había experimentado
En.
Su.
Vida.
La gota que colma la copa es cuando un policía estadounidense, que lo debe haber confundido con un puertorriqueño o dominicano, no lo entiende. Nótese nuevamente el imaginario religioso--el Dios cristiano como fuente de legitimidad--que se evoca para describir el suceso: “Como el hijo de un dios menor/traté de hacerle entender a un policía/A la estatua de la Libertad ¿me dice usted cómo se va? su señoría/Y al adoptar la posición de ese monumento en cuestión/Se pensó que era un comunista buscando follón y lo tuve”
En “No hay marcha en Nueva York” el español de repente es el colono. La canción nos deja claro que en la tardomodernidad el trauma del ‘98 aun no está superado.
Bailando salsa (1991) – Que esta canción exista es lamentable, más no por eso podemos ignorarla. Bastará sin embargo con mencionarla como ejemplo de la clara distinción que existe entre el español y el latinoamericano. En ´Bailando Salsa´ el latinoamericano es caricaturizado y comparado con Lauren Postigo, el referente español hortera por excelencia: “Yo iba a lo Lauren Postigo/Con mi camisa color carmesi/Anudadita al ombligo/Que lo que era/Ir hecho un hortera/Ahora causa frenesí”
La temporalidad en esta canción no debe ser tomada a la ligera, el “ahora” que se menciona no simplemente nombra un presente temporal, sino que más bien evoca un momento cultural inminente en que España está llenándose de latinoamericanos. Claramente esto es interpretado como una amenaza estética y resulta aterrador.
En este ensayo nos hemos enfocado en mostrar que en Mecano el imaginario manchego remite a un pasado imperial y a la vez puede servir de vehículo para reforzar actitudes imperialistas frente el resto del mundo. Aunque los ejemplos han enfatizado la mirada de Mecano al “otro”, esto no pretende excluir la mirada propia, sobre todo en su etapa más tardía. En canciones del 1991 como "Una Rosa es una Rosa" o " 'Eungenio' Salvador Dalí", el imaginario manchego se mira al espejo y su reflejo le devuelve una España castiza de folleto de agencia de viajes. Este tema, aunque pertinente, rebasa los límites de este trabajo.
Vale la pena mencionar sin embargo que cuando dejan cuestiones identitarias a un lado y deciden tomarse unas vacaciones de explorar el mundo, Mecano puede dedicarse de lleno a profundizar en los conflictos emocionales del yo y las turbulencias características de las relaciones de parejas. En estos casos, la mirada de Mecano es tierna y sensible, véase, por ejemplo: Quédate en Madrid, Mujer contra mujer, Aire y Otro muerto, entre otras. Estas se la debemos principalmente al genio introspectivo de José María Cano, el hermano más talentoso[4] que sin embargo no pudo evitar la disolución de grupo.
Ante su lamentable desenlace, nos preguntamos si Mecano debió haber rechazado esa nostalgia manchega, si quizás esa nostalgia--acaso exacerbada por un desafortunado sentido de deber cultural--terminó por tenderle una trampa. Si algo queda claro luego de sus brevísimas carreras como solistas, es que la ausencia de Jose Maria Cano, Nacho Cano y Ana Torroja de las ondas radiales nos advierte sobre el doble filo del nacionalismo. Cuando éste es alimentado por la inocencia o evolucionas o implosionas.
[1] En este periodo a la contracultura post Franco se le llamó La Movida Madrileña. No está claro si a Mecano se le considera parte de este grupo.
[2] Pun intended (ver: Que pesado)
[3] Para su conveniencia, incluimos links a cada canción que es incluida en la discusión.
[4] Tras las disolución del grupo, José María pasó a dedicarse de lleno a la composición y orquestación. Sus proyectos como solista incluyen una ópera.
Etiquetas: pop, posacademia, viajes
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