Para la nena
“Gorda mía, por tu pronta recuperación y en honor a nuestros días en Isabela…”
No me cansaré de decir no me gusta el día de San Valentín y exactamente hoy, a dos días de la notable y colorida fecha admito que uso por primera vez este espacio para redactar mi primera carta de amor. Confieso que estoy loca y ciegamente enamorada. Y como Antonia Pujols tiene a su físico y su tubo de Eustaquio yo de igual forma tengo derecho a proclamar a todos los vientos mi amor por la canina que suelo llamar afectivamente “la gorda apestosa”. Me di cuenta de mi amor por ella anoche mientras esperaba impaciente en la sala del veterinario por los resultados de sus exámenes. La habíamos llevado en la mañana a causa de un sangrado inusual en un área que no mencionaré para proteger su intimidad y la Ley de Animal HIPPA, si es que existe una. Solo diré que era un área delicada.
Pero como las historias de amor si se cuentan a medias, no traen el mismo efecto, empezaré desde el comienzo. Hace unos largos meses llegó a mi vida una perra enorme, con aspecto aterrador por su tamaño y color pero con un corazón enorme. Junto a ella he aprendido el verdadero significado de la frase “las cosas no siempre llegan cuando uno las quiere” porque a la perra le tomó tiempo encariñarse conmigo.
Lo fuimos haciendo todo poco a poco y a su paso. Empezó por reconocer mi presencia de vez en cuando cada vez que iba de visita a mi casa. Se iba al balcón, subía los ojos y me miraba detenidamente. Mi trabajo calculado para atrapar su afecto era ignorarla y no mirarlas a los ojos. Mi misión era no dejarle saber que me interesaba que nos hiciéramos amigas. Según Cesar Millán, el gurú de los perros del mundo, recomienda uno tiene que respetar el espacio de los caninos y dejar que sean ellos los que se acerquen a ti cuando estén listos. “If you built it, he will come” como le decían a Kevin Costner en la película de los noventa Field of Dreams.
Pasaron las visitas y ella me olía dejándome saber que todavía me estaba conociendo hasta que un día en la tarde, cuando nadie mas miraba me lamió la mano en señal de aprobación. A partir de ese momento hemos sido panas. Juntas hemos disfrutado de baños en la playa, caminatas por mi patio y rascadas en la panza a cambio de compañía. Pero ayer, la mayor de las manifestaciones se dio en el veterinario. Pasó al cuarto donde la estábamos esperando y en vez de ir directamente donde su padre(que estaba igual de nervioso que yo por los resultados pero lo disimulaba perfectamente) vino a donde mi a que la sobara. Para mi fue amor a primer ladrido, para ella un poquito después.
Puede ser que las cosas que uno mas desea no lleguen exactamente cuando uno las espera. Siempre es mejor esperar a que te sorprendan.
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