“ a mi naranja favorita porque no te falta ningún cantito por completar”
Todavía recuerdo el día de la boda. Yo era un nena todavía pero entendía muy bien lo que estaba pasando. Una mujer y un hombre se unirían en matrimonio “whatever that means”. Yo solo fui dos años a una escuela católica y luego me cambiaron a una mucho mas liberal, así que desconozco los diez mandamientos, las cosas que dijo Cristo para que otros le hicieran caso y demás asuntos. Una vez me dieron una Bibia en la escuela y no pasé del Génesis porque me pareció absurdo todo eso de que Eva salió de la costilla de Adán.
Esa tarde la novia paseó con su traje de bizcochito por la iglesia causando las tradicionales lágrimas de todas sus primas. Cuando el sacerdote dijo “¿quién entrega a esta mujer?” comprendí que ella misma había cavado su propia tumba por no entregarse ella misma y no pedirle al novio que él también se entregara. Minutos mas tarde el cura se fue en un viaje de que el matrimonio era entre tres porque Dios estaba presente, que hay que rendirle cuentas a él, que si el hombre es la cabeza de la relación…bla bla, bla, bla. Mi favorita fue la última que pronunció: “de ahora en adelante dejarán de ser dos, para ser uno”. Ahí fue que perdí los estribos y nunca volví a ver las relaciones del mismo modo.
Para una niña cuyos padres se casaron cuando ella tenía once años nunca es fácil entender por qué yo también caí en la construcción social del amor. En casa siempre me enseñaron a que uno debe amarse a si mismo sobre todas las cosas, casarse si a uno le da la gana, y compartir tu vida con alguien si es que ese alguien aparece. Pero ahí estaba, señores un cura diciéndome a mis diez años que “el amor lo soporta todo, lo aguanta todo. Que el amor todo lo espera”. Gente, para hacer el cuento largo, corto solo les diré que como el resto de la humanidad la sociedad también me ayudó a construir una visión del amor, de cómo este amor se debe manifestar, de cómo se debe recibir y dar y lo mas importante, a idealizar el amor.
Escribo esta columna porque escojo destruir esa idea. Pensemos un poco en esto mimbrosos. ¿No fue hace tres años o cuatro que Ednita Nazario nos cantaba “tu sabes bien que sin ti no funcionaré…ay ay ay que será de mi, ay ay ay que va a ser de mi si tú me dejas aquí solita llorando por ti?”. Ednita cantaba y lloraba sola. Lo peor del asunto es que tenía a Draco de cómplice, pues fue él quien le escribió la canción y nos manifestó la idea de que uno se muere si ese alguien falta. Estamos saturados por estos mensajes ocultos constantemente. Pensamos que amar conlleva sufrir y si uno sufre, evidentemente sabe amar. Nos han enseñado que una relación es un negocio y que es mas adecuado que dos personas incompletas se unan para completarse mutuamente. Estamos años buscando esa media naranja y perdonen por sonar pesimista, pero ¿y si no la encontramos nunca? ¿Estaremos incompletos el resto de nuestra vidas?. Se dice que con cada “adiós” uno aprende pero ¿que exactamente es lo que uno aprende?
Me niego a que alguien se haga responsable de completarme o a pasar por la vida buscando mi “otra parte”. La parte que me falta, si es que en efecto me falta alguna, está en mi misma. Se trata de darme un empujoncito yo misma para acordarme y ver si la encuentro. Tal vez tengo suerte y es ella la me encuentra a mí.