Sobre lo mucho que extraño a Manolo, mi extraña convivencia con las mujeres mas hermosas de universo y el fiasco de la copa energética.
Llegué a México hace siete días y estoy literalmente entre las mujeres mas bellas de universo. No estoy relajando. La pequeña diferencia entre ellas y yo es la estatura, un chin de libras y mi capacidad de no pensar en la paz mundial cuando elaboro mis oraciones. Así que aquí me tienen mimbrosos, con un aire de reina en mi semblante.
Camino los pasillos del hotel moviendo las palmas de mis manos al vaivén del típico saludo protocolar de toda una princesa. Por las mañanas tomo mi desayuno leyendo los periódicos locales, junto a una enorme taza de café mientras los mozos(que en mi cabeza son como mis sirvientes privados) me preguntan si deseo mas mermelada con mi pan integral. La vida de princesa es dura, pero tiene sus recompensas, y yo he aceptado esa responsabilidad con los brazos abiertos. El jueves en la tarde recibí la confirmación de que en efecto era una reina. Pasaba por el hotel en mis pantalones cortos de correr cuando Magali Febles me dijo, con tono de hacedora de reinas: “Andrea, tienes una piernas definidas”. Me convertí en una candidata esa tarde.
Toda reina tiene una debilidad y yo tengo que admitir la mía. No les puedo decir lo mucho que extraño a mi canino preferido. Manolo es un tipo tan amoroso que empezar mis mañanas sin él es una tortura. Lo único que realmente me consuela es saber que mientras yo redacto esta columna desde mi alcoba, el tipo debe estar panza al aire cerca de la piscina de sus abuelos, soleándose y permitiendo que los changos con gusto se lo liguen.
Las misses también sufren cuando se les miente. No solo porque no creen en la mentira, sino porque la burbuja en la que vive se rompe para siempre. Si no me creen hablen con Zuleyka Rivera después de que entregue la corona, quien me enseñó esta semana que todo es según en cristal con que se mire. Con la mentira en mi cabeza fue que probé ayer la llamada “copa energética” en el restaurante del hotel. Estaba impresionada con la variedad de frutas que poseía la copa. Los mozos me aseguraban que si consumía esta copa, mis energías estarían 100% y que podría estar moviendo mis manos como princesa toda la tarde. A las dos horas tenía hambre, así que terminé comiéndome unas flautas de pollo que lo mas seguro tenían 20,000 calorías. No tuve otra alternativa que vomitar toda la tarde. Mis mozos me habían mentido y yo, como toda princesa, estaba deshecha. La copa energética había resultado ser todo un fiasco.
No sé que será de mi vida de princesa cuando regrese a mi país el jueves. Solo se que me bajaré del avión con treinta maletas que carguen mis 20 ajuares. Mi perro me esperará en la escalera junto a todos mis admiradores…que estimándolo serán por lo menos 15,000 personas. Mi familia me montará en un convertible y con orgullo moveré la bandera del pueblo de Trujillo Alto. La llevaré a mi pecho y lloraré desde el automóvil cruzando el puente Teodoro Moscoso. En el peaje, no pagaré por supuesto porque las reinas nunca hacen eso.