El Mimbre Despeinado

El sillón tiene algo que te pica. Cuando lo miras es un pelo de mimbre que se niega a volver a su sitio. No es rebeldía, es familia del plástico del sofá. El mimbre despeinado está fuera de lugar.

viernes, marzo 22, 2019

Office Space







I just asked a co-worker for a phone charger because my phone died. The easiness of the interaction I had with him surprised me, and made me feel like I was missing something. We are not friends but we have talked…yes, something was amiss. As I walked back to my desk I realized something; I was missing the Puerto Rican “ay nena, yo te lo presto” interaction. You see, when someone asks a Puerto Rican for a favor, the Puerto Rican will handle it as their top priority. Not only that, his/her face quickly changes, as if they are the reason why you need something, more so, like it’s *their* fault because they weren’t able to anticipate that you needed X. He or she will quickly stop whatever he’s doing, and a bit clumsily (evidence of his distress) will try to meet your need while apologizing because theirs is uglier/older/doesn’t’ work very well/; this may sound something like “está medio feito verdad pero por lo menos funciona…”. They may even provide you a brief tutorial on its use, “déjame explicarte, es que el laitel tiene un truquito, tienes que dejarlo apretado solo hasta la mitad nada más porque si no se te va a apagar”. The transaction is finalized when the borrower says thank you and the Puerto Rican, with a classic, albeit contained, display of Puerto Rican martyrdom, replies: “bueno, al menos te pude ayudar’, or “espero que te haya ayudado en algo”. Actually, they may even proceed to show you that whatever they let you use/borrow is now practically yours “cualquier cosita aqui lo voy a poner en esta gaveta, no me tienes que preguntar, tú lo coges y ya, ok?” [blink]. If the borrower is also Puerto Rican, this transaction will be significantly longer because there are at least three different thank you’s, which usually include a hyperbolic “nena, me salvaste la vida”….which is often heroically answered in the first person plural- the linguistic resource by which the speaker, hides among a group of people and can no longer be identified-: “Na’ nena, pa’ eso estamos!”, and just like that, the Puerto Rican successfully preempts and avoids the first person “para eso estoy” and in that way avoids any plausible obligation in the future-you know “porque es mi pana/familia/compañero de trabajo, vijte, pero no es pa’ tanto”. Eso es fundamental: nunca es para tanto.
That!- I was missing all of that.

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Mudanzas


Hace dos días vino a mi apartamento una muchacha boricua de 23 años juntos a su amiga mexicana a buscar la mesa de comedor que le vendí. La chamaca es ingeniera mecánica, recién graduada del RUM y va a trabajar en Fremont, cerca de Silicon Valley. Acaba de llegar y está amueblando su primer apartamento. Terminé regalándole todas mis matas, una mesita de noche y un libro de Wilo Benet de recetas criollas porque se quejó de que “todo el mundo que conozco aquí me pregunta si sé cocinar comida puertorriqueña y en verdad no se cocinar nada”.

Estuvimos como dos horas las tres juntas entre desmontar la mesa, hablar y mover las cosas a su carro. Cuando terminamos me despido de ambas y al ratito me tocan la puerta, era su amiga mexicana.

— El matres ese que está en el comedor, ¿lo estás regalando?
— Sí, ¿te lo llevas?

Lo arrastró hasta el pasillo de mi edificio y mientras se despedía me dijo que, según la boricua, mi apartamento huele a Puerto Rico.

"Que raro, no cocino hace como dos días." dije, mientras me esforzaba en reconocer algún olor ‘boricuoso’ en mi apartamento

—No, no huele a comida. Dice ella que es en general, me dijo que Puerto Rico huele como tu apartamento.

Dos minutos después de despedirme por última vez y frustrada al no poder identificar ningún olor en mi casa que me recordara a Puerto Rico, tuve que concluir que el ‘olor’ tenía que ser un efecto sinestésico de haber escuchado y visto algo que le resultó inmediatamente familiar. A mi esa familiaridad me dio con regalarle cosas que pensaba vender; a ella, esas dos horas le olieron a Puerto Rico.

Tres minutos después de despedirme por última vez me di cuenta de la tragedia. Su nostalgia. La mía. Ella es una ingeniera mecánica de 23 años acabada de graduar del RUM. La del país.

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