"Never let a win get to your head, or a loss to your heart"- Charles Barkley
Señores he llegado a donde siempre he querido estar. Ese espacio donde coexiste la realidad con la ficción. Me pesé esta mañana y es oficial, llegué a las 130 libras. Para algunas personas que leen esto mi peso puede verse como uno completamente normal considerando que mido 5 pies con siete pulgadas y media y que desde que soy chiquita me han dicho que “soy de huesos grandes” que es una manera suave de decir “eres tosquita”.
Menciono este logro porque hace exactamente dos años pesaba sesenta libras mas. A los que leen esta columna y sienten el mismo regocijo que yo, traten de contener sus lágrimas. A cambio les estaré sumamente agradecida sin en apoyo mandan un cheque con fondos pro ropa nueva.
Hoy celebré mi nuevo peso comiéndome unos tostones en una fonda al mediodía. La .5 libras que habré engordado haciendo esto, las correré mañana por la mañana. Así que como ven Mimbrosos, lo tengo todo fríamente calculado.
Pero hoy, no quiero hablar solo de mi peso, si no de esa capacidad de "guille" que todo ser humano puede manifestar. Esa proyección de superioridad que hasta ahora había sido una característica que solo le atribuía a los humanos y no a los caninos.
Estaba viendo anoche el juego final del baloncesto superior nacional. Como se han de imaginar Manolo, mi canino adorado se fue conmigo al futón a verlo. Me impresioné cuando el tipo se sentó perfectamente frente a la pantalla mientras Ismael Miranda cantaba el himno nacional. Mi perro estaba quieto como una esfinge egipcia, su cabeza estática en señal de respeto ecepto por un segundo en el que me miró y me juzgó por no hacer lo mismo por estar entretenida con mi computadora.
Cuando le tocó el turno de cantar el himno de Estados Unidos, estornudó como suele hacer cuando algo le incomoda, se bajó del mueble y decidió meterse al baño de la visita a dormir una siesta de diez minutos en señal de protesta. Cuando el juego comenzó sentí que nuevamente se incorporó al cuarto de la tele, y con cautela miraba a Larry Ayuso correr por toda la cancha. No solo Mano había seleccionado cual era su himno nacional, sino que ahora había decidido ser todo un cangrejero. Como pasa todas la noches en que me acuesto tarde, dormitaba entre punto y punto asegurándome de que los Capitanes ganaran el partido y como la ventaja de Santurce era tanta, en el primer parcial me quedé dormida. Veinte minutos mas tarde y para mi sorpresa, Manolo me levantó porque Arecibo se acercaba. Pachy había escuchado mis oraciones.
Después de varios minutos, llegó el tiempo extra. Grité como todo una capitana. Manolo atento a la tele estornudaba desaprobando cada movida de Arecibo. Llegó el dichoso canasto de tres puntos de Dalmau que marcó la diferencia. Quedaban solo segundos en el reloj. Manolo se paró en el futón, estiró su patas, bostezó como diciendo ”Larry hizo lo que le dije, hemos acabado con los capitanes” y se dirigió hacia la cocina moviendo su cola en señal de victoria y con el guille terrible de todo un cangrejero.